Las piscinas son un lugar perfecto para disfrutar del verano y relajarse, pero si estás pensando en plantar un árbol cerca de tu piscina, deberías reconsiderarlo. Aquí te presentamos tres razones de peso para no hacerlo.
Complicaciones con las raíces
No todas las especies tienen raíces igual de agresivas, está claro. Los sauces, los álamos o los eucaliptos, por ejemplo, poseen raíces potentes y con gran movilidad. Sería una auténtica temeridad plantar uno de estos árboles grandes y sedientos a escasos metros de tu piscina.
Las raíces encontrarán con toda certeza el rastro fresco de humedad y en poco tiempo te encontrarás con los primeros inconvenientes. Otros árboles como los cerezos, olivos, naranjos, menos necesitados de agua y de una talla aceptable, te permitirán una menor distancia. No obstante, no te recomiendo plantar a menos de 5 ó 6m del borde. «Curate en salud» y deja suficiente margen.
¿También si mi piscina está bien construida? Solo con que la obra no esté del todo bien ejecutada y exista la mínima filtración, las raíces, como sabuesos, acabarán encontrando esa grieta oculta por donde escapa el agua. Nunca tendrás la certeza absoluta de la ausencia de algún defecto.
Y aunque tu piscina estuviera impermeabilizada a la perfección, tampoco creas que te vas a librar para siempre. Los materiales envejecen y necesitan un mantenimiento, se van desgastando. Si te descuidas, tal vez en algún momento acabes encontrándote con el problema.
La suciedad en la piscina
Espera, que esto no acaba aquí… además del riesgo de las raíces tienes otro gran inconveniente. Los árboles que plantaste con tanta ilusión, para vestir tu jardín y con el razonable deseo de suavizar esas locas temperaturas, irán purgando sus hojas.
Quizás pienses que eso no es importante o que solo pasará en otoño y con especies de hoja caduca, pero estás muy equivocado. Los árboles de hoja perenne también van renovando el follaje y no lo harán a la vez como los «caducos», por lo que siempre encontrarás restos vegetales en la superficie del agua. Quien dice hojas, dice flores o frutos…
incluso los excrementos de los pájaros pueden acabar en tu querida piscina. Para que te hagas una idea, pocos árboles ensucian tanto como los pinos, y está claro que permanecen verdes todo el año.
Tal vez no te importe barrer las hojas o la pinaza en el suelo del jardín, pero te aseguro que es muy frustrante tener que recogerlas cada día de la piscina. Para colmo incluso pueden acabar comprometiendo el buen funcionamiento de los filtros…
La sombra molesta; no se puede tomar el sol.
Cuando decidiste plantar aquel ejemplar joven, es posible que no tuvieras en cuenta su crecimiento futuro. La sombra que antes era deseada, al limitarse a una pequeña área del jardín, ahora se extiende por todo él. Ahora solo es posible disfrutar del sol durante unas pocas horas al día, y encima, el césped se vuelve amarillo por la falta de luz.
Comparto tu sentimiento de no querer talar el árbol, ya que lo cultivaste con tanto cariño y ha pasado tantos años contigo. Como solución, puedes podarlo vigorosamente cada invierno. Puede parecer un sacrificio menor para controlar su expansión. Sin embargo, cada primavera resurge sin problema, cada vez más fuerte. ¡Ojalá hubieras considerado esto antes!
Desafortunadamente, este caso es muy común, pero evitarlo solo requiere un poco de previsión a la hora de plantar y elegir la especie adecuada. Siempre ten en cuenta el tamaño y alcance potencial del árbol. Además, asegúrate de que la copa del árbol esté orientada correctamente en relación a la piscina, para que solo proyecte sombra donde te conviene. Vale la pena el esfuerzo, dentro de unos años seguramente querrás seguir disfrutando del sol.
Alternativas y soluciones
¡Vaya! hoy parece que voy de «Pepito Grillo», pero mi intención no es solo la de ponerte sobre aviso; también me gustaría aportar alguna que otra solución.
Si a pesar de todo te empeñas en plantar cerca del agua, opta por ejemplo por determinadas palmeras: las Wasingtonias y el Trachycarpus fortunei (palmera excelsa) son una buena alternativa. Sus raíces no son tan vigorosas como las de otras especies, aunque también posean una gran movilidad.
Estas palmas con su porte estilizado no te privarán apenas del sol y contribuirán activamente al ambiente veraniego. Generan restos vegetales igualmente, eso sí, pero son algo más controlables.
El ave del paraíso gigante (Estrelitzia nicolai), las yucas, las cicas y algunos árboles de menor tamaño (naranjo amargo, madroño, …) son quizás, de entre todas, las opciones más deseables. Igualmente recuerda respetar la distancia prudencial.
Por último, ¿qué te parece una pérgola? No le pongas lona si no te apetece, en su lugar usa una de las muchas enredaderas que existen. El rosal trepador, la bougainvillea, el jazmín, la glicina, la bignonia o son algunas de las especies que puedes utilizar para cubrirla.
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